El reinado de Cristo es de paz, de justicia y de amor, y comienza en nuestro corazón, y a partir de ahí podemos llevarlo a los demás, a la sociedad y al mundo global.
"Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos". La celebración en este domingo de Cristo Rey coincide con la clausura y finalización del año de la Fe. Por ello nos unimos al Santo Padre Francisco y a toda la Iglesia Universal en este año de Gracia que culmina.
Jesús es Rey como aparece en el cartel de la cruz. Es un reino de paz, de justicia, de amor: el bien es más poderoso que el mal; y al final, el bien y la verdad habrán de triunfar sobre el mal y la mentira. Sobre todo es un reinado de misericordia ya que la cruz expresa el extremo del amor de Cristo por la humanidad. De allí somos convocados a llevar el reino de Cristo a través de su Misericordia.
No es un reino político, ámbito en el que hay libertad, pues ya dijo Jesús, "mi reino no es de este mundo": sin embargo las enseñanzas de Cristo nos llevan a inspirar el mundo de lo social, de lo cultural, de lo político, educativo, en el código civil, etc. La Iglesia enseña con convicción que las palabras del Maestro son verdades que realizan al hombre en su integridad y fortalecen el bien común de la humanidad.
En 1925, como fruto del Año Santo, Pío XI, como remedio de la secularización ya avanzada, instituyó esta fiesta para desde el reinado de Jesús en los corazones llegara a reinar en las sociedades y en la historia. Luego se le dio un nuevo sentido, para cerrar el año litúrgico y resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal, que nos guía hacia el día que vendrá de nuevo, y será Rey de todo el universo. Reinado que ya se hizo presente con su primera venida hace dos mil años, pero que se está siempre haciendo, y para que Jesús reine en el mundo ha de hacerlo primero en nuestros corazones: hoy es un buen momento para decirle: ¡queremos que Él reine! Como dice una oración litúrgica: "Dominus Iudex noster, Domunis Legifer noster, Dominus Rex noster, Ipse salvavit nos", Él nos salvará. Es Juez y Señor, pero también "un Rey que al mismo tiempo es nuestro hermano, nuestro Padre: como Rey es todopoderoso -mucho más que todos los reyes de la tierra- es Dios, y es nuestro legislador y es y será nuestro Juez.
Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso de toda la Creación encuentran su recapitulación, su cumplimiento trascendente (Catecismo 668). Conviene que Cristo reine… en todas las cosas. "Por Él fueron creadas todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles…" La historia no está a la merced de fuerzas ciegas e irracionales, sino que, a pesar del pecado y el mal, se rige y está orientada por Cristo hacia la plenitud.
Por ello en la Oración de la Patria rezamos: "Jesucristo, señor de la historia, te necesitamos". Es la petición que realizamos hoy, que Dios guie la Historia de nuestro País, de nuestra Nación. Pero nosotros debemos comprometernos con ella, la historia tiene una meta, una dirección. La historia va hacia la humanidad unida en Cristo, va hacia el hombre perfecto, hacia el humanismo perfecto: hay progreso en la historia hacia Cristo, hacia la plenitud de su Reino y a ello los cristianos debemos comprometernos. No podemos ser personas neutras en la historia de la humanidad. Los cristianos tenemos un serio compromiso en el mundo: la humanidad nos lo reclama, la historia nos lo exige, Dios nos lo manda. Todos los días pedimos en el Padrenuestro: "venga a nosotros tu reino", le pedimos hoy a la Virgen Santísima que nos ayuda a desear verdaderamente que reine en nosotros: "El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: '¡Venga tu Reino!'" (San Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 13).